lunes, 20 de diciembre de 2010

Felinus, historia de la filosofía en forma de cómic



Silverio Sánchez Corredera y Mila García Pérez han conseguido combinar en este libro (publicado por la editorial Eikasia) la seriedad y el rigor que se merece la filosofía con un tono ameno y divertido que la hace accesible a todo tipo de públicos.
Felinus, el protagonista que da título al cómic, es un gato humanizado que será nuestro guía en un viaje por la historia de la filosofía en el que podremos ver la forma de pensar de los mayores filósofos de la historia. Sirven de gran ayuda los comentarios de sus amigos gatunos que, con sus intervenciones mundanas, nos permiten conectar de forma fácil y sencilla los grandes temas de la filosofía con los problemas cotidianos a los que todos nos enfrentamos.

martes, 30 de noviembre de 2010

El tratado aristotélico De Anima (Sobre el alma)

Podría decirse que dentro del sistema aristotélico el alma es la que posibilita la definición de los seres vivos y la que nos proporciona la esencia de este tipo de seres, y que el alma se define como la forma (eîdos) y la entelequia de un cuerpo que, en potencia, tiene vida (II, 1, 412a 19-31). La forma (eîdos) nos da cuenta de las funciones de ese ser, en nuestro caso de las funciones nucleares de los organismos vivos, y es también la causa inmanente y final por la cual esa entidad es así y no de otro modo. Por otra parte, la definición del alma ha de hacerse a través de las distintas facultades del alma (nutritiva, sensitiva, desiderativa, motora y discursiva).

En su tratado sobre el alma, De Anima, Aristóteles trata de establecer un criterio de demarcación entre los organismos vivos y los seres inertes. En ese contexto, el alma es entendida como animus, como aquello que anima al organismo y lo dota de vida, aunque no necesariamente de movimiento, puesto que los vegetales tienen alma nutritiva pero carecen de alma motriz.

La cuestión de la definición esencial de los organismos vivientes y de su diferencia del resto de los seres sigue siendo un asunto de naturaleza filosófica que, en el presente, pasa por los problemas de demarcación entre Física y Biología, y por el estudio de las relaciones entres esas dos ciencias.

En Aristóteles, el alma es la esencia y la forma de los cuerpos que tienen vida y dota a esos cuerpos de una finalidad inmanente. El alma, además, tiene variedades de acuerdo con sus funciones o facultades y, al final, esas funciones son las que nos permiten entender mejor su esencia y las que, a la vez, nos conducen a una clasificación interna de los organismos vivos.

Se puede afirmar que, en el presente, se continúa caracterizando a los organismos vivos más básicos por las funciones de la nutrición y la reproducción, y se sigue reconociendo el carácter teleológico de esos procesos, pues se puede considerar que están ordenados a un fin inmanente: el metabolismo y la conservación celular, en la nutrición, y la formación de un organismo nuevo de la especie, en la reproducción. También, en el presente, a pesar de todos los indudables avances de la Biología científica, siguen sin conocerse bien las causas que, desde dentro del propio sistema vivo, conducen a la rotura del equilibrio del sistema y a su descomposición en partes inertes que se separan. La idea metafísica según la cual, cuando el organismo se muere, «se separa el alma» es probable que tenga su fundamento en el desconocimiento de este proceso. La idea de que el alma puede existir separada del cuerpo puede tener aquí su punto de apoyo práctico.

Aristóteles habló de un entendimiento inmortal, un rasgo de su filosofía que suele considerarse platónico, pero no está claro que defendiera la existencia de almas individuales distributivas, personales, separadas e inmortales. Esas almas inmortales, entendidas como formas separadas, son un concepto límite de carácter especulativo. Las proporciones utilizadas por Aristóteles para «explicar» las relaciones entre el alma y el cuerpo son bien conocidas: el arte utiliza sus instrumentos como el alma utiliza el cuerpo; la visión es al ojo como el alma es al cuerpo (De anima, I,3, 407b 25-27), de modo que el alma, frente a la vida, es potencia.

¿La ciencia ha jubilado a la Filosofía como un saber inútil?

La filosofía siempre ha parecido una actividad extravagante. Algunos miembros del gremio de los pensadores, amasaban su ocio para producir frutos tan sonoros como "todo es agua" o "todo es aire". Podríamos ejercitar exhaustivamente una combinatoria de Ideas y recorrer todas las posibilidades de este juego caprichoso: todo lo que existe es una mezcla de agua, tierra, fuego y aire, que se agregan y separan según el ritmo dictado por el predominio alternativo del odio y del amor. O bien: todo lo real es una mezcla de partículas de infinitas cualidades diferentes; según la proporción en que ingresan en cada cosa, tendrá ésta una u otra de las propiedades perceptibles para nosotros; así que todo está en todo y viceversa.

Frases así u otras parecidas han formado parte de la tradición filosófica. Pero, ¿no quedan ridiculizadas ante los descubrimientos de las ciencias contemporáneas? Primero, la Química de Mendeleiev mandó al baúl de los recuerdos pudendos la doctrina de los cuatro elementos, sustituidos por su compleja tabla periódica. Después, la Física fragmentó los átomos de los elementos en electrones, protones y neutrones; y aún estos últimos fueron divididos en quarks y gluones. Ya no se habla de amor y odio sino de las fuerzas gravitatoria, electromagnética, nucleares débil y fuerte, con sus constantes numéricas asociadas y su expresión matemática en ecuaciones sin ambigüedad alguna.

Otros ejemplos de teorías filosóficas amenazadas por el desarrollo de las ciencias resultan más inquietantes, ya que desbordan el ámbito estrecho de la filosofía académica (muchos dirán: "si ésta pereciese, ¿a quién le importaría?) para remover nuestras intuiciones morales y jurídicas más básicas. En efecto, nuestro sistema judicial hace recaer la punibilidad de los actos en la intencionalidad libre que los causa, lo cual presupone una distinción, de tipo kantiano, entre voluntad empírica (empujada por apetitos hacia los objetos) y voluntad moral (obligada por Razones). ¿Qué quedaría de esta distinción si los avances de las neurociencias y el desvelamiento de los misterios del cerebro permitiesen un control estricto a distancia (mediante implantes de electrodos) de todos los aspectos de nuestra conducta?

Parecería, pues, que la filosofía perteneciese a una etapa primitiva del espíritu humano, en la que aún no hubiese logrado su madurez positivista y científica, consistente en renunciar a todo intento de traspasar los fenómenos constatables y sus correlaciones matemáticas en dirección a supuestas esencias ocultas, materia de delirios arbitrarios y sin control racional.

Pero nosotros defenderíamos una tesis muy distinta sobre las relaciones entre la filosofía y las ciencias, no reductibles a la sustitución de un "saber" precario y balbuciente por otro maduro y sólido. Sin poder entrar ahora en detalles, mencionaremos sólo un pequeño ejemplo, relativo a la conexión entre las nociones de Tiempo de la Física contemporánea y de Eternidad de la Filosofía medieval.

El filósofo cristiano Boecio contrasta así tiempo y eternidad: el presente humano, como si corriese, genera el tiempo; el presente divino, que sigue siendo el mismo y no cambia, crea la eternidad. Esta es definida con una célebre fórmula: "posesión total, perfecta y simultánea de una vida interminable", es decir, una vida cuyos momentos están todos co-presentes ante la conciencia que la vive. Aquí resuenan ideas de Platón y San Agustín, y también la noción aristotélica de "energeia", actividad ilimitada que es su propio fin y carece de objetivo exterior, de modo que no permite distinguir si se actúa o se ha actuado, porque ambas cosas son la misma.

Pues bien, esta Idea de eternidad presenta una analogía objetiva con la noción de Tiempo en la Física relativista de Einstein, probándose así que la Ideas filosóficas y los conceptos científicos pueden anclarse en las mismas regiones reales constitutivas del Mundo, y que el avance científico, lejos de abolir y disolver las Ideas, las concreta y les confiere máxima legitimidad cognoscitiva, sin agotarlas, ya que se realizan en otros contextos más amplios (por ejemplo, no sólo el mundo físico de las criaturas perecederas, sino el reino lógico-abstracto de los pensamientos divinos -las verdades de razón de Leibniz- o el ámbito de las funciones trascendentales del Sujeto de Kant) donde involucran otros problemas que no podemos tratar aquí.

Según el matemático Hermann Weyl, el significado de la teoría de Einstein consiste en negar toda realidad al curso temporal. El Mundo objetivo es, no acaece, no pasa, nosotros le obligamos a pasar, precisamente al atravesarlo en nuestra trayectoria de observación y descubrimiento, poco a poco, de esa realidad atemporal ya completamente desplegada en sí misma. El pasado, presente y futuro estarían ya ahí de antemano, desde siempre, unidos, indistintos y simultáneos, en un todo fijo, estático, sin dinámica interna, como un paisaje o configuración geométrica sin historia, cuyas partes no se suceden sino que pertenecen todas a la vez al conjunto (como los puntos de una curva tienen coordenadas que satisfacen a la vez su ecuación algebraica).

El tiempo sería una ilusión psicológica, generada por el funcionamiento de nuestro cerebro, que gestiona la información recibida y acumulada en la memoria,estableciendo no sólo un flujo sino también un orden asimétrico e irreversible entre los datos sucesivos: a esto se le llama la "flecha del tiempo", un sentido único que va desde el futuro hacia el pasado. La Física fundamental podría definir una causalidad atemporal que explicaría y reduciría a simples apariencias el flujo y la flecha temporales, satisfaciendo así la ambición última de Einstein: un formalismo geométrico total para la Teoría.

Terminamos, por el momento,estas reflexiones invitando a los lectores/as a consultar el siguiente vídeo, donde aparece Gustavo Bueno, disertando sobre la utilidad actual de la Filosofía. Este infatigable filósofo lleva más de cincuenta años empeñado en combatir (entre otros fundamentalismos)la arrogante pretensión de las ciencias de monopolizar, sin dejar residuo alguno, todo el conocimiento racional. A algunos no les parecerá divertido, ya que no canta ni baila ni hace nada espectacular. Pero, si se escucha con atención, podrá percibirse la música propia del Logos filosófico, esa que, una vez disfrutada, ya nunca se olvida ni se desprecia.








lunes, 29 de noviembre de 2010

Una iniciación al pensamiento filosófico

Filosofía y consumo. Un tema abierto al debate.

“Existirá también –prosiguió Parménides- , una idea en sí de lo justo, de lo hermoso, de lo honesto y de las demás cosas parecidas? ... Y en lo que se refiere a estas otras cosas que pudieran parecer bajas -dijo Parménides a Sócrates-, como por ejemplo, pelo, fango, basura, e incluso lo más vil e innoble, ¿te hallas en la misma perplejidad? ¿Hay o no hay razón para que reconozcas respecto de cada una de estas cosas una idea distinta con existencia independiente de aquellos objetos con quienes mantienen comercio?” “Nada de eso”, replicó Sócrates… “Es que todavía eres joven, Sócrates- dijo Parménides- y la filosofía no ha tomado aún posesión de ti. Vendrá el tiempo, si no me equivoco, en que la filosofía te tendrá más firme en sus garras y entonces no despreciarás ni las cosas más humildes.”

Platón, Parménides, 130b.

Ya no tan recientemente, al vetusto y consabido «Panem et circenses » latino, hijo del poeta romano Juvenal, que así lo bautizó en el siglo I, le ha salido un hermanastro contemporáneo: «Pan y tele basuras». Al principio, se le creyó torpe, de salud quebradiza, no pensaron que sobreviviría mucho tiempo. «Lástima, no llegará muy lejos», dijo un falso profeta. Creyeron que el exceso de grasa taponaría sus conductores y cesaría de emitir toxinas; agónico, su luz se extinguiría para siempre. Sin embargo, para sorpresa de quienes así opinaban, ha sucedido más bien todo lo contrario. Hoy, a base de toneladas de cebo adepto y fiel, «Pan y tele basuras» ha crecido hasta el punto de convertirse en un gran empresario experto en liderazgo de audiencias y colesterol. Es autónomo, omnipresente, no descansa. Su particular idiosincrasia le han granjeado amargas enemistades entre ciertos colegas de su profesión, sobre todo aquéllos más sobrios y distinguidos, tan pretendidamente objetivos y veraces, tan bien disfrazados como sospechosos.

Seguramente, el circo romano no fuese el entretenimiento de mayor nivel cultural en el mercado antiguo, pero era entretenimiento y era el que elegía (¿libremente?) el pueblo. Hoy, parece ocurrir algo semejante. Mediante sus «votos», la audiencia mayoritaria determina que la televisión no está pensada como un producto para educar. Si bien, puede hacerlo, y cuando lo hace se convierte en uno de los medios más amables y fértiles. A este respecto, recordemos que el antiguo «Panem et circenses» campaba a sus anchas por la magna Roma mientras los romanos recibían enseñanzas de los griegos y nunca de los corredores de carretas. Por otro lado, es destacable que en la actualidad existen multitud de medios en los que satisfacer la curiosidad hacia aquellos temas que la televisión más popular está dejando de lado, ya sea por motivos estratégicos o mercantiles (como sabemos, «Panem et circenses » describía la estrategia de los gobernantes para mantener al pueblo distraído de la política a través del regalo de trigo y entradas para los juegos circenses).

Vivimos en un sistema económico capitalista cuya piedra angular es el consumo, un capitalismo de consumo que requiere consumir lo producido, y que, por tanto, tiene como ideal la producción exclusiva de aquello que se va a consumir. La televisión, tan obediente como cualquier otro bien de consumo, es como es porque así la demandamos.

En este contexto, consideramos de gran utilidad saber filosofar, filosofar en el sentido que le ha dado el filósofo estoico Epicteto, el de «examinar y afinar los criterios». Mediante la filosofía, hemos de buscar el desarrollo de las herramientas críticas necesarias para saber elegir bien, esto es, de forma juiciosa y discriminada, escapando en lo posible a las imposiciones inerciales o las presiones que generan las modas, las masas, la opinión pública o como desee llamarse. De este modo, podremos optar, críticamente, por cómo y cuánto entretenernos, qué y cuánto comer, etc. En definitiva, podremos elegir dentro de una vastísima variedad de bienes que se nos ofertan, y tanto el consumo controlado como la desmesura serán únicamente fruto de una decisión razonada y responsable.

Introducción a la lógica

viernes, 26 de noviembre de 2010

El dualismo cartesiano mente-cuerpo





En la filosofía de Descartes, el hombre es un compuesto de res cogitans y de res extensa, y también es el lugar en el que confluyen el aspecto teorético y el aspecto práctico de la realidad. El cuerpo obedece a las leyes mecánicas propias de un universo lleno, sin vacío (el plenum), en donde se dan relaciones por contigüidad. En la teoría mecánica cartesiana se postula la existencia de unos movimientos circulares con forma de torbellinos que actúan engranados unos con otros.

En el Tratado sobre el hombre, el cuerpo humano es considerado como una máquina (en su anatomía y su fisiología) parecida en todo a los animales, que, para Descartes, son auténticos autómatas.

De este modo, el problema central de la filosofía del hombre cartesiana es el de cómo el alma, lo inextenso, lo pensante, se relaciona con el cuerpo, con lo extenso, con esa realidad mecánica.

En Las pasiones del alma, el hombre aparece teniendo pasiones, afectos, que proceden del alma y disponen al cuerpo de una cierta manera. En esta obra, sobre todo en su primera parte, Descartes explica los comportamientos del cuerpo en términos de causalidad mecánica hasta donde puede. En los artículos 4, 5 y 7, todo lo que el cuerpo hace se explica en virtud del cuerpo mismo como una máquina más (la «máquina del cuerpo»). El movimiento de las partes del cuerpo, por ejemplo, es explicado por las relaciones causales, contiguas, mecánicas, que partiendo de la sangre se transmiten al cerebro y de éste a los nervios para acabar en los músculos. Así, los músculos se mueven por la acción de ciertos nervios que son como tubos que contienen una especie de aire o viento sutil: los llamados «espíritus animales», que, en Descartes, a pesar de su nombre, son considerados también materia corpórea. Esos «espíritus animales» se producirían en el cerebro a partir de la sangre, y son cuerpos muy pequeños que se mueven con extrema rapidez.

Cuando el cuerpo humano muere, esa muerte no se explica causalmente porque el alma se separe del cuerpo. Es el cuerpo el que muere de un modo autónomo, por razones de su propia corporeidad y, una vez que muere, entonces el alma se separa. Es, por tanto, el alma la que está subordinada al cuerpo.

Los «espíritus animales» mueven el cuerpo y, además, comunican al alma la información que viene de los sentidos, que llega del mundo exterior. En algún texto, Descartes dice que el alma está unida a todas las partes del cuerpo. Pero en otros lugares afirma que hay una parte del cuerpo, una parte del cerebro, en la que el alma ejerce sus funciones de modo más particular: esa parte parece ser la glándula pineal, glándula muy pequeña situada en el centro del cerebro. Esta glándula sería movida por el alma y, a la vez, sería ella misma capaz de mover el alma de algún modo. El privilegio de la glándula pineal parece tener que ver con las circunstancias de que es muy pequeña y de que está en el centro del cerebro en una posición que asegura la simetría.

Espinosa, en su Ética, reprocha a Descartes que es imposible entender cómo la res cogitans puede mover la res extensa y viceversa, ya que, en ese contexto, apelar a la contigüidad carecería por completo de sentido. En la filosofía de Espinosa, el alma es una misma cosa con el cuerpo y los afectos son imposibles sin él.

Al final, en Descartes, la unidad entre el alma y el cuerpo es algo que se postula, se entienda mejor o peor. Es un postulado en función de la práctica, en función de la conservación del propio cuerpo y de la posibilidad de la vida moral, y esto no es una explicación en términos mecanicistas.

Filosofía y educación, según Quino

jueves, 25 de noviembre de 2010

Monty Python - Partido de Filósofos

Presentación

El filósofo griego Tales de Mileto caminaba mirando las estrellas sin advertir que un socavón se abría a sus pies y acabó dando con sus huesos en el suelo pedregoso. Una lugareña que pasaba por allí, al verlo, no pudo evitar estallar en una sonora carcajada ante tamaña torpeza de alguien que presumía ser de los siete sabios de Grecia.
Este episodio que ha alimentado múltiples versiones y leyendas a lo largo de la historia de la filosofía, es idóneo para simbolizar lo que viene siendo la actitud corriente y mayoritaria hacia el saber filosófico. Mirar hacia las estrellas, es decir, lejos de las experiencias cotidianas y no hacia lo que tienes cerca, tiene siempre consecuencias desastrosas en la práctica.
Nosotros desde este blog defendemos que sólo mirando lejos y más allá de los recintos cerrados de las creencias consabidas, las ideas heredadas, indiscutidas y que se reputan indiscutibles, se adquiere verdadera eficacia a la hora de manejar los asuntos cotidianos y próximos. De igual modo que si los navegantes se fijasen en las olas en lugar de las estrellas, chocarían contra los arrecifes, en vez de trazar sus rutas y llegar a sus destinos con mayor seguridad.
En este sentido decía Ortega, nuestro filósofo más relevante del siglo XX, que al hombre le tienen que doler sus creencias, los presupuestos no examinados de su acción, esto es, las creencias tienen que volverse ideas, tienen que ser objetos que mantengamos a distancia, con escepticismo, que examinemos y discutamos y no dejemos que determinen nuestras acciones y conductas hasta que no se hayan sometido a prueba. Todas estas cosas que a tanta gente pueden resultar aburridas o extrañas es lo que nuestra sociedad actual está demandando: ser capaz de cambiar con rapidez nuestras saberes de unas circunstancias cada vez más rápidas que así lo requieren. Y es que todos los grupos cómodamente instalados en creencias adquiridas, al tener que vivir entre sí tienen que aprender a afrontar la crítica recíproca de esas creencias, para así lograr adquirir ideas comunes que nos sirvan a todos. Quisiéramos que el espíritu de este blog, mas que transmitir unos contenidos académicos precisos, sirviera para promover una actitud de versatilidad y experimentación en todos nosotros.


Firmado por: el equipo.



Konstantínos Kaváfis.


ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.