lunes, 29 de noviembre de 2010

Filosofía y consumo. Un tema abierto al debate.

“Existirá también –prosiguió Parménides- , una idea en sí de lo justo, de lo hermoso, de lo honesto y de las demás cosas parecidas? ... Y en lo que se refiere a estas otras cosas que pudieran parecer bajas -dijo Parménides a Sócrates-, como por ejemplo, pelo, fango, basura, e incluso lo más vil e innoble, ¿te hallas en la misma perplejidad? ¿Hay o no hay razón para que reconozcas respecto de cada una de estas cosas una idea distinta con existencia independiente de aquellos objetos con quienes mantienen comercio?” “Nada de eso”, replicó Sócrates… “Es que todavía eres joven, Sócrates- dijo Parménides- y la filosofía no ha tomado aún posesión de ti. Vendrá el tiempo, si no me equivoco, en que la filosofía te tendrá más firme en sus garras y entonces no despreciarás ni las cosas más humildes.”

Platón, Parménides, 130b.

Ya no tan recientemente, al vetusto y consabido «Panem et circenses » latino, hijo del poeta romano Juvenal, que así lo bautizó en el siglo I, le ha salido un hermanastro contemporáneo: «Pan y tele basuras». Al principio, se le creyó torpe, de salud quebradiza, no pensaron que sobreviviría mucho tiempo. «Lástima, no llegará muy lejos», dijo un falso profeta. Creyeron que el exceso de grasa taponaría sus conductores y cesaría de emitir toxinas; agónico, su luz se extinguiría para siempre. Sin embargo, para sorpresa de quienes así opinaban, ha sucedido más bien todo lo contrario. Hoy, a base de toneladas de cebo adepto y fiel, «Pan y tele basuras» ha crecido hasta el punto de convertirse en un gran empresario experto en liderazgo de audiencias y colesterol. Es autónomo, omnipresente, no descansa. Su particular idiosincrasia le han granjeado amargas enemistades entre ciertos colegas de su profesión, sobre todo aquéllos más sobrios y distinguidos, tan pretendidamente objetivos y veraces, tan bien disfrazados como sospechosos.

Seguramente, el circo romano no fuese el entretenimiento de mayor nivel cultural en el mercado antiguo, pero era entretenimiento y era el que elegía (¿libremente?) el pueblo. Hoy, parece ocurrir algo semejante. Mediante sus «votos», la audiencia mayoritaria determina que la televisión no está pensada como un producto para educar. Si bien, puede hacerlo, y cuando lo hace se convierte en uno de los medios más amables y fértiles. A este respecto, recordemos que el antiguo «Panem et circenses» campaba a sus anchas por la magna Roma mientras los romanos recibían enseñanzas de los griegos y nunca de los corredores de carretas. Por otro lado, es destacable que en la actualidad existen multitud de medios en los que satisfacer la curiosidad hacia aquellos temas que la televisión más popular está dejando de lado, ya sea por motivos estratégicos o mercantiles (como sabemos, «Panem et circenses » describía la estrategia de los gobernantes para mantener al pueblo distraído de la política a través del regalo de trigo y entradas para los juegos circenses).

Vivimos en un sistema económico capitalista cuya piedra angular es el consumo, un capitalismo de consumo que requiere consumir lo producido, y que, por tanto, tiene como ideal la producción exclusiva de aquello que se va a consumir. La televisión, tan obediente como cualquier otro bien de consumo, es como es porque así la demandamos.

En este contexto, consideramos de gran utilidad saber filosofar, filosofar en el sentido que le ha dado el filósofo estoico Epicteto, el de «examinar y afinar los criterios». Mediante la filosofía, hemos de buscar el desarrollo de las herramientas críticas necesarias para saber elegir bien, esto es, de forma juiciosa y discriminada, escapando en lo posible a las imposiciones inerciales o las presiones que generan las modas, las masas, la opinión pública o como desee llamarse. De este modo, podremos optar, críticamente, por cómo y cuánto entretenernos, qué y cuánto comer, etc. En definitiva, podremos elegir dentro de una vastísima variedad de bienes que se nos ofertan, y tanto el consumo controlado como la desmesura serán únicamente fruto de una decisión razonada y responsable.

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